Cuando pensábamos en efectividad de tratamientos en etapa pre-pandémica o, como me gusta decirle, a.C. (antes del COVID-19), circulaba muy poco la “preocupación” sobre la atención online: era una buena opción en función de la accesibilidad, podíamos llegar a algunos lugares remotos, sonaba cool y futurista pensar en un formato exclusivo de atención y resolvía el problema de dificultad de encuentro entre consultante y terapeuta (una rehabilitación con imposibilidad de trasladarse al consultorio, un viaje por trabajo, y situaciones temporales del estilo).
Pensar en un tratamiento 100% online, no conocer al consultante ocupando un espacio en nuestro consultorio, la posibilidad de no encontrarnos cara a cara y cuerpo a cuerpo, y la necesidad del distanciamiento físico requerido, nos han puesto a preocuparnos por algunas cosas. Veamos entonces algunos panoramas tranquilizadores sin “hacernos fama y echarnos a dormir”:
Tomar terapia online es mejor que no tomar terapia (Markowitz, 2020) lo que nos empuja a marcar, por supuesto, que estamos hablando de tratamientos estructurados, con validación empírica y guiados por un profesional con expertise suficiente para ello.
Un tratamiento vía internet no es mejor sino distinto del cara a cara y puede ser tan efectivo como el presencial (Andersson, en la ACBSWC 2021). Tener una mirada abierta respecto a los beneficios que provee un tratamiento vía internet, contabilizar las ventajas y estar dispuestos a monitorear lo que va sucediendo podría permitirnos entender que distinto, en este caso, es una buena cosa.
Tomar terapia online con la guía de un terapeuta es mejor que estar en una lista de espera, es mejor que recibir intervenciones sin guía de un terapeuta y tan efectivo como un tratamiento cara a cara (e-Health Taskforce, EFPA, 2021).
Intervenciones psicológicas basadas en móviles e internet (IMIs, por sus siglas en inglés, Internet- and Mobile-based psychological Interventions) presentan evidencia sobre aplicación, eficacia y potencial para mejorar la salud mental, haciendo énfasis en la prevención y el tratamiento de desórdenes mentales. Metanálisis de ensayos aleatorizados indican que las IMIs pueden resultar significativamente beneficiosas para un espectro amplio de problemáticas como depresión, ansiedad, insomnio o TEPT (Ebert et al, 2018). Este reporte tiene la particularidad de provenir de la “fuerza especial para la salud digital” (e- Health Taskforce) de la Federación Europea de Asociaciones de Psicólogos, que desde 2015, reúne expertos para generar estrategias sensibles y seguras para el cambio en relación a la expansión de la salud digital.
La psicoterapia digital es una excelente oportunidad para el tratamiento de pacientes experimentando trastornos depresivos y del estado de ánimo, es aceptada como una forma efectiva y práctica de proveer cuidados en salud mental por las guías internacionales y los clínicos podemos confiar en que las opciones de psicoterapia digital no son inferiores a las intervenciones cara a cara (Weightman, 2020). Pueden leer este paper aquí.
Descubrimos los clínicos, por experiencia personal, relatos de otres y observación directa, que existimos personas con afinidad hacia esta forma de trabajo. Tanto del lado de les profesionales como de les consultantes hay defensores y detractores (cada une con sus motivos) de la modalidad online. Que les consultantes elijan es central y, además, se incluye dentro de los derechos del paciente el poder decidir qué considera mejor. En Argentina, la ley 26.529 “Derechos del Paciente en su Relación con los profesionales e instituciones de Salud” (modificada por ley 26.742), garantiza al paciente el derecho a conocer su diagnóstico y los tratamientos disponibles. Asimismo, el paciente tiene derecho a conocer las ventajas de determinados tratamientos y las consecuencias de no realizar un tratamiento. Aceptar iniciar un tratamiento requiere un consentimiento informado, que generalmente es verbal y puede ser escrito. En estos momentos, dejar definido si la modalidad será online o presencial, es una buena idea.